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martes, 20 de septiembre de 2011

¿Yave o Jehová?



Queridos hermanos católicos:


En las Biblias evangélicas encontramos que a Dios se lo nombra como a «Jehová» y en las Biblias católicas le damos el nombre de «Yavé».
Muchos cristianos se preguntan:
¿por qué esta diferencia en el nombre de Dios? ¿qué debemos pensar de esto?


En el fondo no sirve de nada discutir por el nombre antiguo de Dios.
Nosotros vivimos ahora en el N. T.
y lo que nos importa es hablar de Dios como Jesús hablaba de El.
Jesús vino a aclarar el misterio más profundo que hay en el Ser Divino: «Dios es amor».
Dios es un «Padre» que ama a todas sus creaturas y los hombres son sus hijos queridos. Jesús mismo nos enseñó que debemos invocar a Dios como «nuestro Padre» (Mt. 6, 9).


Para los estudiosos de la Biblia quiero aclarar en esta carta el nombre antiguo de Dios, aquel nombre que los israelitas del A. T. usaban con profundo respeto.
La explicación es un poco difícil, porque debemos comprender algo del idioma he-breo, la lengua en la cual Dios se manifestó a Moisés.


1. Los nombres de Dios en el A. T.


Los israelitas del A. T. empleaban muchos nombres para referirse a Dios. Todos estos nombres expresaban una relación íntima de Dios con el mundo y con los hombres.


En esta carta quiero indicar solamente los nombres más importantes, por ejemplo:


En Ex. 6, 7 encontramos en el texto hebreo el nombre «Elohim», que en castellano significa: «El Dios fuerte y Poderoso».


En el Salmo 94 encontramos «Adonay» o «Edonay», que en castellano es «El Señor».


En Gén. 17, 1 se habla de Dios como «Shadday» que quiere decir el Dios de la montaña.


El profeta Isaías (7, 14) habla de «Emmanuel» que significa «Dios con nosotros».


Y hay muchos nombres más en el A. T., como por ejemplo: Dios Poderoso, el Dios Vivo, el Santo de Israel, el Altísimo, Dios Eterno, El Dios de la Justicia, etc.


Pero el nombre más empleado en aquellos tiempos era «Yavé» que significa en castellano: «Yo soy» o «El que es».


Leemos en Exodo Cap. 3 que Dios se apareció a Moisés en una zarza ardiente y lo mandó al Faraón a hablar de su parte. Moisés le preguntó a Dios: «Pero si los israelitas me preguntan cuál es tu nombre,
¿qué voy a contestarles?».
Y Dios dijo a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY».
Así les dirás a los israelitas: YO SOY me manda a ustedes.
Esto les dirás a ellos: YO SOY, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me manda a ustedes. Este es mi nombre para siempre» (Ex. 3, 13-15).


2. ¿De dónde viene la palabra «Yavé»?


Esta palabra es una palabra hebrea, el hebreo es el idioma de los israelitas o judíos del A. T.
En este idioma no se escribían las vocales de una palabra sino únicamente las consonantes.
Era bastante difícil leerlo correctamente, porque al leer un texto hebreo, uno mismo debía saber de memoria qué vocales tenía que pronunciar en medio de las consonantes. El nombre de Dios: «YO SOY» se escribía con estas cuatro consonantes: Y H V H que los judíos pronunciaban así «Yahveh», y en castellano se escribe YAVE.
La pronunciación «Yavé» es sin duda la pronunciación más correcta del hebreo original para indicar a Dios como «Yo soy el que soy» (Los judíos del A.T.
nunca dijeron Jehová).


3. ¿De dónde viene la palabra Jehová?


Los israelitas del A.T. tenían un profundo respeto por el nombre de Dios: «Yavé».
Era el nombre más sagrado de Dios, porque Dios mismo se había dado este nombre.


Con el tiempo los israelitas, por respeto al nombre propio de Dios, dejaron de pronunciar el nombre de «Yavé» y cuando ellos leían en la Biblia el nombre de «Yavé», en vez de decir «Yavé» dijeron otro nombre de Dios: «Edonai» (el Señor).
Resultó que después de cien años los israelitas se olvidaron por completo de la pronunciación original (Y H V H, Yavé) porque siempre decían «Adonay» (el Señor).


En la Edad Media (1.000 a 1.500 años después de Cristo) los hebraístas (que estudiaban el idioma hebreo antiguo) empezaron a poner vocales entre las consonantes del idioma hebreo.
Y cuando les tocó colocar vocales en la palabra hebrea Y H V H (el nombre antiguo de Dios) encontraron muchas dificultades.


Por no conocer la pronunciación original de las cuatro consonantes que en las letras castellanas corresponden a YHVH y en letras latinas a JHVH, y para recordar al lector que por respeto debía decir: «Edonay» en vez de «Yavé», pusieron las tres vocales (e, o, a) de la palabra Edonay; y resultó Jehovah en latín.
Es decir: tomaron las 4 consonantes de una palabra (J H V H) y metieron simplemente 3 vocales de otra palabra (Edonay) y formaron así una nueva palabra: Jehovah. Está claro que la palabra «Jehovah» es un arreglo de dos palabras en una.
Por supuesto la palabra «Jehovah» nunca ha existido en hebreo; es decir, que la pronunciación «Jehovah» es una pronunciación defectuosa del nombre de «Yaveh».


En los años 1600 comenzaron a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como encontraron en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, copiaron este nombre «Jehová» literalmente en los distintos idiomas (castellano, alemán, inglés...). Y desde aquel tiempo empezaron a pronunciar los católicos y los evangélicos como nombre propio de Dios del A. T. la palabra «Jehová» en castellano.


4. Ahora bien, aun las Biblias católicas usan el nombre de «Yavé» y no el de «Jehová».
¿Está bien?
Está bien porque todos los hebraístas modernos (los que estudian el idioma hebreo) están de acuerdo que la manera original y primitiva de pronunciar el nombre de Dios debía haber sido «Yavé» y no «Jehová».


«Yavé» es una forma del verbo «havah» (ser, existir) y significa: «Yo soy el que es» y «Jehová» no es ninguna forma del verbo «ser», como lo hemos explicado más arriba.
Por eso la Iglesia Católica tomó la decisión de usar la pronunciación original «Yavé» en vez de «Jehová» y porque los israelitas del tiempo de Moisés nunca dijeron «Jehová».


4. ¿Cuál es el sentido profundo del nombre de «Yavé»?


Ya sabemos que «Yavé» significa: «Yo soy.» Pero
¿qué sentido profundo tiene este nombre?


Para comprenderlo debemos pensar que todos los pueblos de aquel tiempo eran politeístas, es decir, pensaban que había muchos dioses.
Según ellos, cada nación, cada ciudad y cada tribu tenía su propio Dios o sus propios dioses.
Al decir Dios a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY» El quiere decir: «Yo soy el que existe: el Dios que existe; y los otros dioses no existen, los dioses de los egipcios, de los asirios, de los babilonios no existen.
Yo soy el único Dios que existe».


Dios, dándose el nombre de YAVE (YO SOY), quería inculcar a los judíos el monoteísmo (un solo Dios), y rechazar de plano todo politeísmo (muchos dioses) y la idolatría de otros pueblos.


El Dios de los judíos (Yavé) es un Dios celoso, no soporta a ningún otro dios a su lado.
El dice: «No tendrás otro Dios fuera de mí» (Ex. 20, 3). «Yo soy Yavé, tu Dios celoso» (Deut. 4, 35 y 32, 39).


El profeta Isaías explica bien el sentido del nombre de Dios. Dice Dios por medio del profeta: «YO SOY YAVE, y ningún otro».
«¿No soy yo Yavé el único y nadie mejor que yo?» (Is. 45, 18).


La conclusión es: La palabra «Yavé» significa que «El es el UNICO DIOS», el único y verdadero Dios, y que todos los otros dioses y sus ídolos no son nada, no existen y no pueden hacer nada.


5. El nombre de Dios en el N. T.


Más importante para nosotros, que vivimos en el N. T., es saber cómo Jesús hablaba del misterio de Dios.
Jesús y sus apóstoles, según la costumbre judía de aquel tiempo, nunca pronunciaban el nombre «Yavé» o «Jehová».
Siempre leían la Biblia diciendo: «Edonay» -el Señor- para indicar el nombre propio de Dios.


Todo el N. T. fue escrito en griego, por eso encontramos en el N. T. la palabra Kyrios (el Señor) que es la traducción de «Edonay».


Pero Jesús introdujo también una novedad en las costumbres religiosas y nombró a Dios «Padre»:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra».
«Mi Padre sigue actuando y yo también actúo».
«Por eso los judíos tenían ganas de matarlo: porque El llamaba a Dios Padre suyo haciéndose igual a Dios» (Jn. 5, 17-18).


Además Jesús enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo: «Por eso, oren ustedes así: Padre Nuestro, que estás en los cielos» (Mt. 6, 9).
Ahora, el nombre más hermoso que nosotros podemos dar a Dios es el de: «Padre nuestro».


6. ¿Es verdad que en las Biblias de los Testigos de Jehová aparece el nombre Jehová en el Nuevo Testamento?


Así es. Los Testigos de Jehová hacen aparecer en el N. T. 237 veces la palabra «Jehová», pero eso no es correcto.
Cuando en el N. T. se habla de Dios con el nombre «Señor» (Kyrios en griego, Edonay en hebreo) ellos lo traducen como Jehová, pero esto es claramente una adulteración de los textos bíblicos.


El N. T. habla de Dios como «Padre» o «Señor», pero nunca como «Jehová». Una vez más desconocen la gran revelación de Jesucristo que fue la de anunciarnos a Dios como Padre.


7. ¿Qué es lo mejor para nosotros?


Lo mejor es hablar de Dios como Jesús hablaba de El.
Meditando los distintos nombres de Dios que aparecen en la Biblia, nos damos cuenta de que hay una lenta evolución acerca del misterio de Dios, y cada nombre revela algo de este gran misterio divino:


1) Dios se manifestó a Moisés como el único Dios que existe, significando esto que los otros dioses no existen.
Es lo que significa la palabra «Yavé».


2) Luego ese único Dios se manifestó a los profetas como el Dios de la Justicia.


3) Finalmente en Jesucristo, Dios se manifestó como un Padre que ama a todos sus hijos.
Dios es amor y nosotros tenemos esta gran vocación a vivir en el amor.
La oración del Padre Nuestro es la mejor experiencia de fraternidad universal.


¿Qué hay que hacer cuando los Testigos de Jehová, los Mormones y los seguidores de otras sectas llegan a la casa de uno para entablar una conversación?


«En primer lugar hay que precisar cuál es la verdadera intención de su visita.
Por lo general ellos dicen que quieren hablar de la Biblia y conversar acerca de Dios y de la religión.


Pero su verdadera intención no es ésta, sino la de arrebatar la fe a los católicos.
Eso y nada más es lo que quieren.
Quitar a los fieles su fe católica.
Hablar de la Biblia o de Dios es sólo el pretexto para llegar a este final que es quitar la fe a los católicos.


Y los hechos comprueban esta afirmación, porque sabemos de algunos buenos católicos que por cortesía, buena educación, o por otras razones, aceptaron con-versar con ellos sobre la Biblia o sobre Dios, y se pasaron a ser Testigos de Jehová, Mormones o de otras sectas y abominaron después contra su antigua fe católica.


Es decir, hay que tener claro que esta visita de los Testigos de Jehová, de los Mormones o de otras sectas a las casas y familias católicas no tiene otra intención ni otro propósito que arrebatarles su fe católica.


Conociendo esta realidad, la respuesta es obvia:
¿Quiere usted conservar y defender su fe católica?
No los reciba.
¿Quiere usted poner en peligro su fe católica?


Piense mejor lo que debe hacer».


La Santa Biblia


El libro que no pueden faltar en su hogar.

lunes, 19 de septiembre de 2011

María ... ¿Fue siempre virgen?


María ... ¿Fue siempre virgen?


¿Podemos decir que María siempre fue virgen?


Todos los cristianos aceptan a María como Madre de Jesús; pero mientras los católicos hablamos de ella como «la Virgen María», las otras religiones cristianas y muchas sectas no quieren decir ni reconocer que María es siempre virgen.
Muchos dicen, simplemente, que María tuvo más hijos y por eso no pudo ser «virgen».


En una carta anterior ya les hablé de los «hermanos de Jesús» y les aclaré que no hay ningún fundamento bíblico para decir que María tenía más hijos. En esta carta les quiero hablar, a partir de la Biblia, acerca de María siempre virgen.


1. La concepción virginal de María


El hecho de la virginidad de María en el nacimiento de su hijo Jesús se afirma claramente en la Biblia:


Mt. 1,18: «El nacimiento de Jesús fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo».


Lc. 1, 30-35: «El ángel Gabriel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios... y ahora concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo... María dijo al ángel:
¿Cómo será esto?
pues no conozco varón.
Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti... y el Ser Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios».


Juan 1, 13: «El que nació no de la sangre, ni del deseo de carne, ni del deseo de hombre, sino que nació de Dios».


Estos tres textos bíblicos son testimonios sólidos para afirmar el hecho de la virginidad de María en la concepción de Jesús.


2. ¿Quiso María esta virginidad?


El Evangelio dice que «María era una virgen desposada con un hombre llamado José» (Lc. 1, 27).
Este matrimonio de María con José nos mueve, a primera vista, a decir que María no quiso esta virginidad.


Sin embargo,el evangelista Lucas nos ofrece otros datos acerca de este compromiso matrimonial.


Leamos atentamente en el Evangelio de Lucas 1, 26-38: En este relato bíblico vemos cómo Dios respeta a los hombres.
El no nos salva sin que nosotros mismos queramos.
Jesús el Salvador ha sido deseado y acogido por una madre, una jovencita que, libre y conscientemente, acepta ser la servidora del Señor y llega a ser Madre de Dios.


Vers. 26: «Al sexto mes el ángel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José.
 José era de la casa de David y el nombre de la virgen era María».


San Lucas usa dos veces la palabra «virgen».
¿Por qué no dijo «una joven» o «una mujer»?
Sencillamente porque el escritor sagrado se refería aquí a las palabras de los profetas del A. T.
que afirmaban que Dios sería recibido por una «virgen de Israel» (Is. 7, 14): «El Señor, pues, les dará esta señal: la Virgen está embarazada y da a luz un varón a quien le pondrás el nombre de Emmanuel».


Durante siglos, Dios había soportado que su pueblo de mil maneras le fuera infiel y había perdonado sus pecados.
Pero el Dios Salvador, al llegar, debería ser recibido por un pueblo virgen que hubiera depuesto sus propias ambiciones para poner su porvenir en manos de su Dios.
Dios debía ser acogido con un corazón virgen, o sea, nuevo y no desgastado por la experiencia de otros amores.


-Incluso en tiempos de Jesús, muchos al leer la profecía de Is. 7, 14 sacaban la conclusión de que el Mesías nacería de una madre Virgen.
Ahora bien, el Evangelio nos dice: María es la virgen que da a luz al Mesías.


-Vers. 34-35: María dijo al ángel:
«¿Cómo será esto, pues no conozco varón?»
Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual el Santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios».


Aunque María es la esposa legítima de José, la pregunta de ella al ángel indica el propósito de permanecer virgen.


El ángel precisa que el niño nacerá de María sin intervención de José.
El que va a nacer de María en el tiempo es el mismo que ya existe en Dios, nacido de Dios, Hijo del Padre (Jn. 1, 1).
Y la concepción de Jesús en el seno de María no es otra cosa que la venida de Dios a nuestro mundo.


¿Qué significa «la sombra» o «la nube» en este texto bíblico?


Los libros sagrados del Antiguo Testamento hablan muchas veces de «la sombra» o «la nube» que llenaba el Templo (1 Reyes 8, 10), signo de la presencia divina que cubría y amparaba a la ciudad Santa (Sir. 24, 4). Al usar esta figura, el Evangelio quiere decir que María pasa a ser la morada de Dios desde la cual El obra sus misterios.
El Espíritu Santo viene, no sobre su Hijo, sino que primeramente viene sobre María, para que conciba por obra del Espíritu Santo.


3) ¿Había pensado María en consagrar a Dios su virginidad antes que viniera el ángel?


El Evangelio no da precisiones al respecto, solamente encontramos la palabra de María: «No conozco varón» o «no tengo relación con ningún varón». (Lc. 1, 34).


Recordemos que María ya está comprometida con José (Lc. 1, 27) lo que según la ley judía, les da los mismos derechos del matrimonio, aunque no vivan todavía en la misma casa (Mt. 1, 20).


En estas condiciones, la pregunta de María:


«¿Cómo podré tener un hijo, pues no conozco varón?»
(Lc. 1, 34) no tendría ningún sentido, si María no estuviese decidida ya a mantenerse virgen para siempre.
María es la esposa legítima de José.
Si este matrimonio quiere tener relaciones conyugales normales, el anuncio del ángel referente a su maternidad no puede crearle ningún problema.
Sin embargo, María manifiesta claramente su problema: «pues no conozco varón».
Además esa pregunta de María permite otra traducción válida en la mentalidad de los judíos: «¿Cómo será eso, pues no quiero conocer varón?».
Sin duda esta pregunta de María indica en la Virgen un firme propósito de permanecer virgen.


Algunos tendrán dificultades para aceptar esta decisión de María y dirán que tal decisión es sorprendente por parte de una joven judía; porque es sabido que Israel no daba gran valor religioso a la virginidad.


No debemos olvidar que en la Palestina de entonces había grupos de personas que vivían en celibato (los esenios) y con su estilo de vida esperaban la pronta venida del Mesías.
Por otra parte el celibato o la virginidad de por vida no existía para mujeres que, según la costumbre judía, por orden de su padre tenían que aceptar un matrimonio impuesto.
Por eso la joven María que quería guardar virginidad, difícil-mente podía rechazar este compromiso matrimonial impuesto.
Y por eso ella había aceptado este compromiso con José, pero con la decisión de permanecer virgen.
Como conclusión podemos decir que este texto bíblico es favorable a la voluntad de virginidad de María.


Además está claro en la Biblia que María tenía como hijo único a Jesús y que no tuvo más hijos.


4. ¿Qué sentido tiene la virginidad ?


María no expresa sus motivos, pero todo lo que Lucas deja entrever del alma de María supone que ella tenía motivos elevados.
Por medio del ángel, Dios la trata de «muy amada», «llena de gracia», «el Señor está con ella». Y María quiere ser su «sierva», con la nobleza que da a esta palabra la lengua bíblica: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí lo que has dicho» (Lc. 1, 38).
Su virginidad parece así una consagración, un don de amor exclusivo al Señor.


Mucha gente moderna se extraña ante tal decisión de María:


¿Cómo pensaría María en mantenerse virgen en el matrimonio, especialmente en el pueblo judío, que no valoraba la virginidad?


Incluso en las iglesias no-católicas muchas personas al leer en el Evangelio la expresión «hermanos de Jesús» concluyen sin más que María tuvo otros hijos después de Jesús.
(En otra carta les he hablado claramente de este asunto y está muy claro en la Biblia que Jesús no tenía hermanos en el sentido estricto de esta palabra).


Pero lo grave es que muchas sectas están deseosas de negar sin más la virginidad de María.


¿A qué se debe esto?


Sin duda que a vanos prejuicios y a falta de conocimientos bíblicos.


¿O será por el prurito de buscarle «peros» y dificultades a la religión católica?


Virgen debía ser aquella que, desde el comienzo, fue elegida por Dios para recibir a su propio Hijo en un acto de fe perfecta.
Ella, que daría a Jesús su sangre, sus rasgos hereditarios, su carácter y su educación primera, debía haber crecido a la sombra del templo de Jerusalén, como dice una antigua tradición, y el Todopoderoso, cual flor secreta que nadie hiciera suya, la guardó para sus divinos designios.
Es por eso que María renunció a todo menos al Dios vivo.
Y así en adelante ella será el modelo de muchos que, renunciando a muchas cosas, entrarán al Reino y obtendrán la única recompensa que es Dios.


5. Consideración final:


Para un hombre o una mujer creyente, no es cosa excepcional renunciar definitivamente al sexo, es decir, a tener relaciones sexuales.
Hay un sinnúmero de ejemplos de jóvenes que, desde muy temprano, han intuido que este camino evangélico es un camino más directo para acercarse mejor a Jesús: Sor Teresa de Los Andes, el Padre Hurtado y tantos otros.
¿Acaso María era menos inteligente que ellos o menos capaz de percibir las cosas de Dios?
¿No podía ella captar por sí misma lo que dirá Jesús respecto a la virginidad elegida por amor al Reino? (Mt. 19,12).

Y después de ser visitada en forma única por el Espíritu Santo, que es el soplo del amor de Dios, ¿necesitaría María todavía las caricias amorosas de José?
Si la historia de la Iglesia nos proporciona tantos ejemplos del amor celoso de Dios para quienes fueron sus amigos y sus santos,
¿cómo iba a ser menos para aquella mujer, María, que fue «llena de gracia»?


¡Qué torpeza inconsciente son las sinrazones de aquellos que se olvidan de la Tradición de los Apóstoles, la cual proclama que María fue y permaneció siempre virgen!


Rechazar la virginidad de María... ¡qué manera de rebajar las maravillas de Dios!


María deseaba ser totalmente de Dios y con el «sí» de la Anunciación ella se consagró total y exclusivamente al plan de Dios: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí conforme a tu palabra» (Lc. 1, 38).


Realmente es incomprensible la fobia de algunos de nuestros hermanos evangélicos que tratan de denigrar y rebajar la dignidad de María.
Nunca predican sobre ella, y en repetidos casos han destruido sus imágenes.
Nosotros tenemos que tener bien fundamentado nuestro culto y veneración por María y tenemos que seguir proclamando sus alabanzas, tal como ella ya lo anticipó en el canto del Magnificat.


Por otra parte, María aparece unida a Jesús en la encarnación, en el nacimiento, vida, pasión y muerte de su Hijo Jesús y también en la primitiva Iglesia.
Ahora bien, el mismo Jesús dice: «Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre».
Honremos pues a María y redoblemos nuestros esfuerzos por quererla, por nosotros y por quienes la desconocen.


Décima del Canto a lo Divino:


Bendita sea tu pureza


y eternamente lo sea


pues todo un Dios se recrea


en tan graciosa belleza.


A ti, celestial princesa


Virgen sagrada María


yo te ofrezco en este día


alma, vida y corazón,


mírame con compasión,


no me dejes, Madre mía.

sábado, 17 de septiembre de 2011

María ... ¿Quién eres?


María ... ¿Quién eres?


1. ¿Quién es María?


María nació en Nazaret, Galilea, 15 ó 20 años antes del nacimiento de Cristo.
Sus padres, según la tradición, fueron Joaquín y Ana.
María era judía.
Fue educada en la lectura de los libros santos y en la obediencia a la ley de Dios.
Hizo voto de virginidad.
Se desposó con José estando ambos de acuerdo en permanecer vírgenes por amor a Dios.
Un ángel del Señor se le apareció y le comunicó que el Espíritu Santo descendería sobre ella, y que de ella nacería el Hijo de Dios (Lc. 1, 35).
María aceptó tan maravilloso destino con estas palabras: «Hágase en mí según tu Palabra», y en aquel instante Jesús fue concebido en su seno.
El nacimiento del Niño fue en Belén de Judea y fue acompañado de diversas circunstancias, que refieren los Evangelios de Mateo y de Lucas.


¿Qué se sabe acerca de María después del nacimiento de Jesús?


Al cabo de algún tiempo, vemos a María, a José y al Niño instalados en Nazaret.
Allí hay un solo episodio notorio: la pérdida y hallazgo del Niño, a los 12 años, en Jerusalén.
Fue el tiempo que llamamos de la «vida oculta» de Jesús, su vida de hogar, de familia, de trabajo. Jesús empieza su vida «pública», su vida apostólica y misionera, hacia los 30 años.
María lo acompaña, a veces de cerca, a veces más lejos.
El Evangelio nos la muestra en Caná asistiendo a un matrimonio, y al pie de la cruz en que Jesús está muriendo.
También en varias otras oportunidades.
El libro de los Hechos la menciona en el Cenáculo junto a los apóstoles, después de la Resurrección del Señor.
La Tradición sugiere que murió en Efeso -en el Asia Menor- en casa de Juan el Evangelista.


2. ¿Cómo era María?


Del Evangelio se desprende que María era humilde y pura; que era decidida y valiente para enfrentar la vida; que era capaz de callar cuando no entendía y de reflexionar y meditar; que se preocupaba de los demás y que era servicial y caritativa; que tenía fortaleza moral; que era franca y sincera; que era leal y fiel.
María es, como mujer, un modelo para las mujeres. Es también para los hombres el tipo ideal de mujer.


3. ¿En qué consiste principalmente la grandeza de María?


En ser madre de Dios.
Algunos han dicho que María es madre de Jesús «en cuanto hombre», pero no de Jesús «en cuanto Dios».
Esta distinción es artificial y, de hecho, nunca la hacemos.
Una madre es madre de su hijo tal cual es o llega a ser.
No decimos que la madre de un presidente, por ejemplo, ha sido la madre de él como niño pero no como presidente o que nuestra mamá sea madre de nuestro cuerpo solamente, pero no de nuestra alma que es infundida por Dios.
Nunca hacemos esta distinción; decimos simplemente que es nuestra madre.
María es Madre de Jesús.
Jesús es Dios.
Luego, podemos decir que María es Madre de Dios y en eso consiste fundamentalmente su grandeza.


4. ¿Tiene María alguna relación especial con la Santísima Trinidad?


Sin duda. Es la hija predilecta del Padre.
Se lo dice el ángel el día de la Anunciación: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc. 1, 28).
Tiene también con el Espíritu Santo una relación que se ha comparado a la de la esposa con el esposo.
Lo dice el ángel: «El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra.
Por eso el niño que nacerá de ti será llamado Santo e Hijo de Dios» (Lc. 1, 35). «No temas María porque has encontrado gracia delante de Dios» (Lc. 1, 30).


5. ¿Qué dice la Biblia?


Vamos por parte: Es cierto que esos privilegios no están contenidos «explícitamente» en la Biblia. La Biblia, por ejemplo, no habla de la Inmaculada Concepción ni de la Asunción.
Pero están contenidos implícitamente en la Biblia.
Por ejemplo, en una semilla de rosal no está la rosa.
No se ve la rosa, pero ahí está en germen y poco a poco con la savia que viene de la tierra húmeda y con el calor del sol brotará el rosal y en él florecerá la rosa.


Así también todo lo que la Iglesia enseña de María ha brotado de la semilla del Evangelio, al calor del Espíritu Santo, que sigue iluminando al Pueblo de Dios y lo lleva a descubrir de a poco toda la riqueza que El mismo ha colocado, como en un germen, en la Escritura inspirada por El.


Todo lo que la Iglesia enseña acerca de María es coherente con la imagen de María que nos formamos al leer el Evangelio, con humildad y con espíritu de fe.


6. ¿Qué dicen los evangelios acerca de las hermanas y hermanos de Jesús?


El idioma que usaba Jesús y sus discípulos no tiene muchas palabras para distinguir los distintos grados de parentesco.
Para todo se usaba la palabra «hermano» y así lo vemos en Génesis 13, 8 y en Mt. 13, 55.
Las palabras originales que traducimos en castellano por «hermanos» y «hermanas» significan no sólo los hermanos carnales sino también los primos y otros parientes cercanos.
La Virgen María no tuvo otros hijos.
Jesús es el «único hijo» de María.
Esto se muestra claramente por el hecho de que al morir, Jesús entregó su madre a Juan (Jn. 19, 27).


7. San Pablo dice que Jesucristo es el único Redentor y
¿por qué dice la Iglesia católica que María es corredentora?


Así es.
Jesús es el único Redentor, pero San Pablo enseña también que nosotros colaboramos a la redención uniendo nuestros sufrimientos a los de Cristo.
«Me alegro por lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando en mi propio cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo por la Iglesia, que es su cuerpo» (Col. 1, 24).
María sufrió durante la pasión de su Hijo como nadie jamás ha sufrido, porque tenía, más que nadie, horror al pecado, porque amaba a su Hijo más que nadie; porque amaba a los hombres por quienes su Hijo sufría y moría.
Por eso ha participado tan íntimamente en la redención.
No es ella la redentora; hay un solo Redentor, Jesucristo.
Pero se la puede llamar corredentora con toda propiedad explicando bien el alcance de este término.


8. Algunos dicen que los católicos adoran a María como si fuera Dios, o creen en María más que en Dios
¿es cierto esto?


Adorar a María sería una idolatría, un pecado contra el primer mandamiento de la Ley de Dios. «Sólo a Dios adorarás» (Lc. 4, 8).
Jamás la Iglesia ha enseñado cosa semejante.
María es una mujer, una creatura, la más santa de todas las creaturas, pero solamente una creatura.


A María la queremos, la veneramos, conversamos con ella en la oración, le damos culto no de adoración que está reservado sólo a Dios, sino un culto de veneración como se lo damos a los santos que, como ella, son seres humanos, simples creaturas; y le pedimos que nos haga conocer, amar y seguir a Jesús como ella lo conoció, lo amó y lo siguió.


9. ¿No será que el culto a María distrae del culto a Cristo?


No distrae de él, sino que conduce a él.
María presintió el culto que le sería dado a lo largo de los siglos, cuando exclamó: «Desde ahora me proclamarán bien-aventurada todas las generaciones» (Lc. 1, 42).
Ya Isabel, su prima, se lo había anunciado: «Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lc. 1, 48).
Los millares de iglesias dedicadas a María, las multitudes de personas que acuden a sus santuarios, los millones de Avemarías que se rezan diariamente en el mundo, han confirmado ese presentimiento y ese anuncio.
El que conoce a María la ama, y se esfuerza por darla a conocer y por conocer y amar a Cristo.
Se alimenta de su Palabra.
Se integra en la vida de la Iglesia, cumple los mandamientos y participa de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía.


10. ¿Cual será la relación de María con Cristo?


María es madre.
Es también discípula, su más perfecta discípula, su primera y fidelísima seguidora y su inseparable colaboradora.
María es un reflejo de la santidad de su Hijo Jesús.
Se la ha comparado a la luna que nos ilumina de noche con una luz más suave que la del día y que no es sino un reflejo de la luz deslumbrante del sol.


11. ¿Cuál es la relación de María con la Iglesia?


Siendo madre «de Cristo» y, siendo nosotros por adopción, hermanos de Cristo, María es también Madre «nuestra».
Así lo dijo también expresamente Cristo en la cruz cuando le dijo a Juan: «He ahí a tu madre» (Jn. 19, 27).
María, siendo discípula y seguidora de Cristo, es nuestro modelo, la que va delante en nuestra peregrinación hacia Cristo, la que nos muestra el camino y nos anima a seguirlo: modelo de fe, de esperanza y de amor.
Estando María ahora en el cielo, intercediendo por nosotros, nos encomendamos a ella para que nos ayude a vivir aquí en la tierra como cristianos y alcanzar nuestro destino final que es el cielo.


12. Los títulos de la Virgen


¿Por qué hablan algunos de la Virgen «del Carmen» y otros de la Virgen «de la Tirana» o de «Lourdes»?
¿Por qué hay tantas imágenes y advocaciones distintas de la Virgen?
¿Son acaso muchas las Vírgenes?


La Virgen María es una sola.
La que conocemos en el Evangelio, con la fe de la Iglesia, es María de Nazaret, la Madre de Jesús.
Los diversos nombres y las distintas imágenes aluden a las circunstancias o misterios de su vida.
La Mater Dolorosa al pie de la cruz es una mujer madura, traspasada de dolor.
La Virgen del Tránsito o de la Asunción es una mujer transfigurada, entrando en la gloria.


Otros nombres se refieren a los distintos lugares en que se celebra su culto: Virgen de Lourdes, de Guadalupe... Pero la Santísima Virgen es una sola.
Los miles de artistas que han querido pintarla y esculpirla se la han imaginado cada cual a su manera, buscando, sin embargo, su inspiración en el Evangelio y en la fe de la Iglesia.


13. ¿Qué se debe entender por apariciones de la Virgen?


La Santísima Virgen puede, si quiere, intervenir desde el cielo en asuntos humanos por amor a los hombres.
Puede «aparecerse» a tal o cual persona, habitualmente a niños o personas humildes, y entregarles un mensaje para que los hombres se conviertan y vuelvan a Dios.


14. ¿Cree la Iglesia, así no más, a cualquiera que dice que se le apareció la Virgen?


La Iglesia tiene mucha prudencia y sabiduría y es muy lenta en reconocer una aparición.
Primero estudia, averigua y comprueba, a fin de no inducir a nadie a engaño.
Y hechas las averiguaciones y después de varios años se pronuncia y reconoce con su autoridad si la aparición es real o ficticia.
En algún caso la Iglesia se ha convencido de la autenticidad de una aparición por la santidad de vida del vidente, por la pureza del mensaje entregado o por los hechos ocurridos en el lugar de la aparición: curaciones, conversiones, etc.
Esto es lo que ocurrió en Lourdes, Francia, en 1858 y en Fátima, Portugal, en el año 1917.
En otros casos la Iglesia ha rechazado las supuestas apariciones o simplemente no se pronuncia esperando que el tiempo establezca la verdad.


15. ¿Cuál es la mejor manera de orar a la Santísima Virgen?


La oración principal es la del Ave María que consta de dos partes: la primera parte está tomada del Evangelio, del relato de la Anunciación y de la Visitación: «Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo» (Lc. 1, 28). «Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lc. 1, 42).


La segunda parte ha sido agregada por la Iglesia: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».


16. ¿Qué es el santo rosario?


Es una manera de unirnos a la Santísima Virgen María rezando cinco veces un Padre nuestro, diez Avemarías y un gloria, y recordando cada vez un misterio de la vida del Señor.
Hay 5 misterios gozosos, que se rezan los lunes y jueves, 5 misterios dolorosos, que se rezan los martes y viernes, y 5 misterios gloriosos que se rezan los miércoles, sábados y domingos.
Otras hermosas oraciones a la Virgen son la «Dios te salve Reina y Madre»; el «Bendita sea tu pureza», etc.

El Apocalispsis


El Apocalispsis


Queridos hermanos evangélicos:


Me extraña mucho que haya entre ustedes personas que califican a otros como «el demonio» o no quieran dar la mano a alguien porque dicen que tiene el «sello» en la mano derecha.
Otros dicen que el Papa de Roma tiene en la frente el número 666 y no faltan los que dicen que algunos productos de comida tienen el sello del demonio en sus cajitas.


¡Qué ignorancia tan grande! Y lo peor es que todo lo quieren justificar con la Biblia en la mano.


Hermanos y amigos, debemos leer bien la Biblia y no interpretarla a nuestro gusto.
La Sagrada Escritura no es un libro para meter miedo, y menos aun para calumniar a personas inocentes con falsas interpretaciones bíblicas.
Es un pecado muy grave contra la Ley de Dios: «No des falso testimonio contra tu prójimo» (Ex. 20, 16).


¿No dijo el apóstol Pedro que debemos ser prudentes con nuestras interpretaciones bíblicas?:


«Ninguna profecía de la Escritura es algo que cada cual pueda interpretar por sí solo» (2 Pedro 1, 20).
Así que nadie por falta de comprensión diga tonterías con la Biblia en la mano.


En esta carta les voy a hablar del número 666, del sello (o marca) de la Bestia.
En otras oportunidades les he hablado del «fin de los tiempos» y del «anticristo».
Conviene que lean primeramente con atención esas cartas anteriores para comprender mejor la reflexión de hoy.


Tomen la Biblia y mediten con atención los textos bíblicos que les voy a citar.
No les quiero hablar con mentiras ni menos con verdades a medias.
Solamente queremos buscar la verdad acerca de Dios y los hombres y es esa verdad la que nos hará libres (Jn. 8, 32).


1. El Número 666


¿En qué libro de la Biblia aparece eso del sello?


Este texto aparece en Apocalipsis 13, 15-18.


Es un texto muy misterioso y difícil de comprender.
Por eso antes de explicar esta cita bíblica les debo decir algo acerca del libro del Apocalipsis en general, si no, nunca vamos a comprender lo que el sagrado escritor quiso decir a fondo.


¿Cómo debemos entender el libro del Apocalipsis?


Este libro fue escrito más o menos en el año 100 después de Jesucristo.
Eran tiempos difíciles para los cristianos porque el imperio romano perseguía a todos los creyentes.
Los cristianos vivían casi escondidos y no podían hablar en público.
Menos podían escribir y publicar sus cartas.
Por eso el autor de este libro, para animar a los creyentes, publicó su escrito clandestinamente y usó una manera de escribir muy misteriosa, con signos e imágenes que solamente los entendidos podían comprender.
Esta forma de escribir se llamaba «el estilo apocalíptico» (de revelaciones).
Era una forma de escribir muy común en aquella época.
Con llamativas imágenes y grandiosas visiones ficticias, el sagrado escritor quiere explicar «los últimos tiempos» que es «la lucha del poder político romano contra los elegidos de Dios» (la Iglesia de Cristo).
Muchos signos, símbolos y cifras en forma muy sofisticada son como un juego para que los lectores entendidos puedan reconocer su propia realidad e identificar personajes u acontecimientos de aquel tiempo.


2. El gran mensaje


El gran mensaje de fondo del Apocalipsis es el siguiente: Cristo resucitado es el centro de la historia; el mundo ahora es el escenario de la lucha entre la Iglesia, encabezada por Cristo, y las fuerzas del demonio.
Los cristianos son llamados a dar un valiente testimonio.


Este escrito no es un libro para asustar, ni es un libro terrorífico, sino que se trata de un libro de gran esperanza.


Hermanos, cuando leemos este libro debemos siempre buscar este sentido profundo y no debemos tomar al pie de la letra las imágenes, los signos, o los símbolos.
Son visiones e imágenes inventadas por el escritor para entregar un mensaje muy profundo.


¿Qué dice el texto de Apocalipsis 13, 16-18?


Leemos: «La bestia ha logrado, asimismo, que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente; y nadie podrá comprar ni vender si no está marcado con el nombre de la bestia o con la cifra de su nombre.
Aquí verán quién es sabio.
Si ustedes son entendidos, interpreten la cifra de la bestia.
Se trata de un hombre y su cifra es 666».


Hermanos, la primera lectura de este texto nos parece muy extraña, es muy difícil comprender este texto tal como está.
Pero debemos ver estos versículos en todo su contexto.


3. El significado


¿En qué contexto aparece este texto?


Este texto es una parte de una gran visión en el cielo que nos narra Juan en los capítulos 12 y 13 de su libro.
Es la gran visión de la batalla de la mujer contra el dragón y las dos bestias.
Encontramos aquí muchos símbolos, signos que se refieren a personajes y acontecimientos de aquel tiempo.


Esta visión de Juan trata de la batalla final contra Satanás.
Se presentan las dos tropas que van a pelear: por un lado la mujer (= el pueblo de Dios) y, por el otro, el dragón (=Satanás) con sus dos aliados en la tierra: una bestia que viene del mar (que representa el poder político romano, que persigue a los cristianos) y otra bestia que viene de la tierra (que representa las falsas religiones que competían con el cristianismo).
Como hemos dicho, son todas imágenes fantásticas y visiones ficticias que se refieren a hechos concretos de aquel tiempo.


La segunda bestia (la de las falsas religiones) es la que está marcada con el 666 (Apoc. 13, 11): Este texto nos hace ver que esta segunda bestia se parece al Cordero, pero hablaba como el dragón (=el monstruo, el demonio).
Es la figura de las falsas religiones que competían con el cristianismo.
Falsas religiones que ofrecían una religión celestial, pero que no condenaban los pecados de la primera bestia (=los pecados del mundo romano y su corrupción), vers. 11: «Esta bestia hablaba con el monstruo».
Esto es muy importante: quiere decir que son falsas las religiones que tienen a Jesús en la boca pero callan sistemáticamente la injusticia y predican la resignación al mal y la sumisión al poder terrenal.
En todos los tiempos y sobre todo en los sistemas dictatoriales, ha habido personas que «han hablado con el monstruo».
Es decir, que han buscado halagarlo y aplaudirlo sin importarles los crímenes cometidos por él.
Eso se ha dado también en Chile tanto de parte de católicos como de evangélicos.
¡Qué responsabilidad tan grande la de quienes en lugar de ser luz por denunciar abusos y atropellos vendieron su conciencia por un plato de lentejas! Este es el sentido apocalíptico de «hablar con la bestia» y la tentación del cristiano de todos los tiempos.


4. El servilismo religioso


Vers. 14: «Aconseja que hagan una estatua de la primera bestia».
Quiere decir que estas falsas religiones se hacen servidoras de la primera bestia (del poder político romano).
Son religiones oportunistas que se hacen servidoras de los señores del mundo, predican la sumisión religiosa a las autoridades sin condenar el mal que producen muchos sistemas políticos y económicos.
Ellas convierten, sin darse cuenta, el poder político en un falso dios (=estatua, o ídolo de barro).


Vers.17: Este falso dios puede proteger y condenar a quienquiera, puede dar pan y vender a quien tiene el sello, a quienes son aliados suyos.
A esto se refiere la marca: son los aliados de los poderosos de este mundo, y los no-aliados (los que no tienen la marca o el sello) no pueden comprar ni vender.
(También nosotros lo vivimos muy de cerca).


Vers. 18: «La cifra de esta segunda bestia es 666». En muchos escritos de aquel tiempo era común dar una cifra a cada letra del alfabeto y se lograba así escribir con cifras los nombres de algunos personajes.
Era como un juego que el lector tenía que descifrar.


5. ¿Cómo descifrar el enigma?


La cifra 666 se puede calcular de varias maneras, pero corresponde, sin duda, a algún emperador romano, posiblemente a Nerón que con sus locuras mataba a los cristianos que eran para él igual que perros.


La forma más aceptada de interpretar el 666 es la siguiente:


La cifra 7 es el símbolo de la perfección (representa en lenguaje actual al alumno que se sacó un 10).


La cifra 6 es el signo de lo imperfecto, representa al que trató de ser 7 y no alcanzó a serlo.


El 7-1=6 es el imperfecto, es el malo. La cifra 3 significa la plenitud.


Ahora bien 3 veces 6 es la plenitud de lo imperfecto, es la plenitud de lo malo.
En este caso le vendría perfectamente a Nerón.


Nos damos cuenta de que este dato de 666 debió ser tomado como puzzle para buscar al hombre perverso de aquel tiempo.


Ahora bien, hermanos, es una locura, como lo hacen algunos contrarios a los católicos, aplicar a la fuerza esta cifra al Papa, como si Pedro, el primer Papa de la Iglesia de Cristo, y sus legítimos sucesores debieran identificarse con el emperador romano que mataba a los cristianos.
Estas fantasías de los anticatólicos no tienen nada que ver con la Biblia. Hay mucho más que podría escribir acerca de este tema, pero creo que esto es suficiente para comprender estos textos en su verdadero sentido.


Es muy doloroso ver que algunos indican con el dedo al Papa -una persona tan bien intencionada entre nosotros- y le dan el título de «el demonio» o «la bestia».
Siempre ha existido esta maldad, que es producto de la ignorancia atrevida.
No olvidemos que cuando Jesús expulsaba a los demonios y hacía el bien a todos, los mismos fariseos (gente muy religiosa de aquel tiempo) lo acusaban como el hombre poseído por Belcebú, el jefe de los demonios (Mc. 3, 22).


Cuesta pero es así que debemos practicar las palabras de Jesús desde la cruz: «Padre, perdónales, que no saben lo que hacen» (No saben lo que dicen).


Pero si al Maestro lo calumniaron así, ¿qué les tocará a sus seguidores? «Todo el mundo los va a odiar ustedes por mi causa: pero el que siga firme hasta el fin éste será salvado» (Mt. 10, 22). «Ningún discípulo es más que su Maestro» (Mt. 10, 24).


Para terminar, una última palabra para aquellos que usan la ignorancia de gen-te de buena voluntad para meterles cosas raras y tonterías en la cabeza y así condenar y calumniar a medio mundo.
«Cualquiera que hace caer en pecado a uno de estos más pequeños que creen en mí, mejor le fuera ser hundido en lo profundo del mar con una piedra de molino amarrada al cuello.
¡Qué malo es para el mundo que haya cosas que hacen pecar al hombre! Siempre habrá escándalos pero pobre del hombre que sea causa de ellos» (Mt. 18, 6-7).


¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a las sectas?


Ante el embate de las sectas corremos el peligro de reaccionar bruscamente y con poca caridad.
Ciertamente hay que enfrentar el problema pero en forma positiva.


1) No hemos de usar nunca el ataque directo y exaltado porque esto iría contra el gran mandamiento del amor fraterno.


2) Para el cristiano el mejor camino será siempre presentar la verdad con amor e invitar a seguir el verdadero camino de Cristo.


3) Usar un sano discernimiento, rechazando lo malo que vemos en ellos y aprovechando lo que es bueno y valioso para integrarlo y vivirlo en nuestros grupos.


4) Presentar claramente los peligros de las sectas que son muchos:
-Las sectas manipulan la Palabra de Dios al interpretarla literalmente y al servicio de sus propios intereses.
-No aceptan la libertad de decisión religiosa de las personas y alienan con presión moral y con métodos de coacción.
-Caen en el subjetivismo y se dejan arrastrar irreflexiblemente por un gran culto a la persona del líder.
-Confunden la emoción con el ser buenos cristianos y no son críticos ante la Biblia, ni ante la política y la sociedad.


5) Hemos de tratar de ser cada vez mejores católicos evitando los defectos en la forma de vivir nuestra religión y cambiando todo aquello que anda mal.


6) A los católicos y cristianos en general nos corresponde conocer y vivir mejor la doctrina cristiana.
Hemos de activar nuestros grupos y formar más comunidades fraternas y responsables que sean más bíblicas y apostólicas.


7) Todo católico ha de permanecer firme en las filas de la Iglesia Católica, ya que solamente por medio de la Iglesia Católica podemos alcanzar la plenitud de los medios de salvación.


8) Es fácil constatar cómo las sectas atacan a la Iglesia Católica.
Nosotros, siguiendo la Ley de Cristo, tratemos de devolver bien por mal y bendición por maldición. Busquemos lo que nos une y no lo que nos separa.
Que nunca salga de nuestros labios una ofensa o un insulto hacia los que no creen como nosotros. Tenemos que orar al Padre de los cielos para que, llevados de su Santo Espíritu, se restablezca en la Iglesia la unidad perdida.







lunes, 12 de septiembre de 2011

EL FIN DEL MUNDO


EL FIN DEL MUNDO


Queridos hermanos católicos:


Hay algunas personas a las que les gusta mucho meter miedo en los corazones de ustedes.
Por ejemplo les hablan del fin del mundo como si pronto los cielos y la tierra nos fueran a destruir.
Escuchan de guerras, accidentes, catástrofes de la naturaleza, plagas o ven algunos signos raros en el cielo y dicen simplemente que es el fin del mundo.
En vez de dar un mensaje de esperanza, de amor, de solidaridad; en vez de animar, quieren verlos atrapados en el terror y el susto.
Y lo peor de todo, es que estas personas dicen fundar sus teorías en la Biblia.
El mensaje de Jesucristo no es un mensaje de miedo, sino que es una «buena noticia» del Reino de Dios que se acerca a nosotros con amabilidad, paz, justicia y alegría de corazón.


En esta carta les voy a hablar del fin del mundo, no con cuentos y fábulas de ciencia ficción, sino leyendo simplemente las Sagradas Escrituras.


Antes que nada el «fin de los tiempos» del cual nos habla la Biblia es el gran misterio de esperanza que aparece en todo el libro sagrado.
Es el misterio de la historia humana que está en el corazón de Dios, guiada hacia «un nuevo cielo y una nueva tierra».


1. ¿Qué dice la Biblia acerca del fin del mundo?


Para comenzar, las Escrituras nunca hablan del «fin del mundo», sino del «fin de los tiempos», como diciendo que este mundo no acabará del todo, sino que sería transformado en un «cielo nuevo y una tierra nueva» gracias a la Resurrección de Jesucristo.


En la Biblia también encontramos muchas expresiones que se refieren al «fin del tiempo», «día de Yavé», «día del Juicio», «el día», «la Venida de Cristo», «la resurrección final», «la Parusía», «la llegada del Reino de Dios». Son todas ex-presiones que indican este «fin del tiempo».


2. ¿Cuándo pasará esto?


«En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios.
Solamente el Padre lo sabe» (Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32).
Jesús no quiso dar la fecha, ni el día ni la hora.
«A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que solamente El tiene autoridad para hacer» (Hch. 1, 1-7).


Con esto, Jesús condena enérgicamente la tendencia humana que todavía existe entre nosotros de fijar el día y el año del fin del mundo.
Por supuesto que la fecha exacta tiene algo de excitante y llama siempre la atención; hasta es noticia en los diarios.
Pero el fijarla es simplemente una mentira y un engaño, porque nadie la sabe.
Jesús no quiso satisfacer nuestra curiosidad, sino que quiso comunicarnos algo mucho más profundo.


La Biblia, hablando del fin del mundo, siempre dice que debemos estar preparados.
Aunque no sabemos la fecha, este día vendrá como un ladrón en la noche: «Ustedes, estén preparados, porque cuando menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre», dice Jesús (Mt. 24, 44).
«El día del Señor vendrá cuando menos se espera, como viene un ladrón de noche» (2 Pedr. 3, 10; 1 Tes. 5, 2 y Apoc. 16, 15).


Ahora bien, leyendo la historia vemos que siempre hubo grupos religiosos que en todos los tiempos fijaron la fecha, el día y la hora, del fin de mundo, pero se equivocaron.
Así que, hermanos católicos, no se dejen engañar.


Así pasó ya en el año 1.000 y pasará también en el 2.000.
Algunos fanáticos predican que el fin del mundo está cerca.
Pero esto no es así.


El fundador de los adventistas, William Miller, con el texto de Dan. 8, 14 y calculando los días de este texto como años, fijó la venida de Cristo a la tierra para el 21 de marzo de 1843 el día final. Llegó esta fecha y no pasó nada especial y luego dijo que se equivocó en sus cálculos en un año y proclamó otra vez la venida de Cristo para el 21 de octubre de 1844.
Y viendo que Cristo no volvía a la tierra dijo simplemente que el juicio de los hombres comenzó en el cielo y pronto Cristo se manifestaría en la tierra.
Los Testigos de Jehová anunciaron la venida de Cristo y su Reino de mil años en la tierra para el año 1914, luego para 1925.
Ahora no dan fecha y dicen simplemente que «pronto Cristo vendrá», y se limitan a escribir en todas partes «Cristo viene».
Y no falta gente insensata entre nosotros que dice que el fin del mundo será el año 2000.


3. ¿Cuándo será la venida de Cristo?


En algunas partes de la Biblia se habla de la pronta venida de Cristo.
En otras partes se anuncia todavía un tiempo de espera.


Da la impresión de que los cristianos de la primera generación esperaban con ansias la venida de Cristo. «Pronto, muy pronto vendrá el que tiene que venir y no tardará» (Hebr. 10, 37).


«Dios que es el juez, está ya a la puerta». «Se acerca el fin de todas las cosas» (1 Ped. 4, 7). «Sí, ven pronto, amén. Ven, Señor Jesús» (Apoc. 22, 20).


Hasta Jesús mismo anuncia su pronta venida: «En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí presentes, que no morirán hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino» (Mt. 16, 28).


Los cristianos de la Iglesia primitiva pronto se dieron cuenta de que la historia podía durar mucho más.
Y hasta algunos se burlaron de la propia venida de Cristo diciendo:

«¿Qué pasó con la promesa de que Cristo iba a venir, pues desde que murieron nuestros antepasados todo sigue igual que desde que el mundo fue hecho?» (2 Ped. 3, 4).

Y el apóstol Pedro les contestó: « Hermanos, no olviden que para el Señor un solo día es como mil años y mil años son como un solo día» (2 Ped. 3, 8).


4. Señales que precederán al fin del mundo


El apóstol Pablo, después de haber reflexionado mucho, anuncia también un tiempo de espera. Antes de la venida de Cristo deben pasar tres cosas:


1) El anuncio del Evangelio ha de llegar a todas las naciones.


«Y este mensaje del Reino será predicado en todo el mundo para que todas las naciones lo conozcan; es entonces cuando vendrá el fin» (Mt. 24, 14).


2) Al final de la historia, Israel se reconciliará con Cristo y se salvará.
«Una parte de Israel se va a endurecer hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado, entonces todo Israel se salvará» (Rom. 11, 25).


3) Finalmente, antes de la venida de Cristo ha de producirse «la apostasía general», o sea, habrá una crisis religiosa a escala mundial, ha de venir el Anticristo.
«No se dejen asustar por ningún mensaje espiritual como si fuera el día del Señor que ya llegó.
Antes de este día tiene que venir primero la rebelión contra Dios, cuando aparezca el hombre del pecado que se sentará en el templo de Dios y será adorado, llegará con mucho poder y con señales y milagros mentirosos.
Usará toda clase de maldad para engañar» (2 Tes. 2, 1 -12).


Nos damos cuenta de que la venida de Cristo no se realizará tan pronto como algunos esperaban; o mejor dicho, Dios no mide el tiempo como nosotros.
El puede presentar algo como cercano y no realizarlo hasta cuando a El le plazca.
Por otra parte, si el tiempo de espera se nos hace largo, no por eso podemos volver a una vida cómoda, ya sin esperar.
El Señor vendrá para cada uno de nosotros como ladrón en la noche.


No olvidemos que el día de la muerte de cada uno de nosotros, el día del juicio particular, es el día del encuentro personal con Cristo.
Ojalá que nos encuentre en actitud de espera.


5. ¿Cómo vendrá Cristo al fin del tiempo?


La Biblia habla en forma bastante confusa de cómo se terminará la historia.
En el A.T., por ejemplo, los profetas veían a todas las naciones de la tierra unidas en un complot para destruir la ciudad santa de Jerusalén.
Pero en el momento más desesperado Dios intervendrá en forma triunfal para instaurar el Reino (Joel 3, 14).


En el discurso de Jesús acerca del fin de los tiempos, habla «de guerras y grandes angustias en todo el mundo, el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo y las estrellas caerán del cielo y los ángeles tocarán las trompetas» (Mt. 24, 29-31).


El libro del Apocalipsis (Caps. 13 y 17) habla del dragón y de los monstruos, de la gran batalla en el cielo, de Babilonia la grande, de la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo...


Todos estos textos acerca del fin del mundo fueron escritos en un estilo apocalíptico (revelaciones misteriosas).
Era una forma de escribir muy común en aquel tiempo.
Estos escritos misteriosos pretendían aclarar los acontecimientos últimos de la historia con visiones ficticias e imágenes fantásticas.
No debemos tomar al pie de la letra estas imágenes, sino que debemos tratar de descubrir el mensaje profundo que está detrás de estas visiones.
El gran mensaje de estos escritos es: «Cristo Resucitado es el centro de toda la historia y este mundo es el escenario de la lucha entre los elegidos de Cristo (su Iglesia) y las fuerzas del demonio.
Estos escritos no son para amenazar ni dar miedo, como creen algunos, todo lo contrario: son escritos que quieren animarnos y exhortarnos a la fidelidad y a la confianza en Dios en momentos difíciles.


6. ¿Cómo debemos prepararnos para el final de los tiempos?


Nuestro destino último y definitivo no está lejos, no es un futuro imposible de imaginar.
Ya comenzó.
Jesucristo con su persona, su Palabra y su actuación ya inauguró el Reino de Dios (Lc. 11, 20); ya comenzó a juzgar a los hombres (Juan 12, 31).
Su Palabra, su amor y su muerte nos juzgan y a veces nos condenan.
Ya nos traspasó algo de su Resurrección (Col. 3, 1-4). Por eso el N. T. nos habla del «tiempo» a partir de Jesús como «los últimos tiempos» (Hebr. 1- 2 y 1 Ped. 1-20).
Desde entonces urge vivir conforme al Evangelio, urge para todos y cada uno, porque no sabemos cuánto falta para el fin (Mc. 13, 33-37 y Mt. 24, 42).


No podemos esperar pasivamente el retorno de Cristo, el juicio final, la Resurrección general, la instauración total del Reino de Dios.
Esta esperanza es el motor de la historia.
Lo que Dios comenzó en Jesucristo urge que lo pueda cumplir y nosotros debemos ahora remover los obstáculos.
La segunda Venida de Cristo al final de los tiempos (Mt. 24, 3) es el momento del juicio final, de la resurrección general y de la instauración definitiva del Reino de Dios.
Nuestra esperanza tiende hacia ese cielo nuevo y esa tierra nueva.
Por eso la Biblia termina con estas palabras de espera: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22, 20), que repetimos en cada celebración de la Eucaristía después de la consagración y en la que todo el pueblo contesta: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven, Señor Jesús».


Dice EL CONCILIO VATICANO:


¿Sabemos cuándo y cómo llegará el fin del mundo?


No, no sabemos cuando será la consumación de la tierra y de la humanidad y la manera cómo se transformará el universo.


¿Qué prepara Dios para sus hijos?


La figura de este mundo está afeada por el pecado pero Dios nos prepara una nueva tierra donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebosar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano.


El progreso material ¿interesa a Dios?


El progreso material en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana interesa en gran medida al Reino de Dios.


¿Hacia dónde caminamos los cristianos?


«Vivificados por el Espíritu, los cristianos caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio divino de restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra».


¿Cuándo será llevada la Iglesia a su total perfección?


La Iglesia será llevada a su total perfección cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (Hch. 3, 21) y cuando, el género humano, con el universo entero, será plenamente renovado (Ef. 1, 10).